La existencia corpórea se ve adulterada permanentemente. Las sombras se apropian del movimiento, adquiriendo vida colateral. Pero... ¿qué sucede cuando las sombras chocan entre sí?
miércoles, 2 de enero de 2008
"Tránsito"
Fotografía tomada en Mar de las Pampas, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
"Tarde"
Es de tarde, tarde para esta mañana que terminó al chocarse con el tiempo de su finalización, el teórico espacio perteneciente a su continuidad.
Es de tarde, en el exacto momento de su apogeo, donde su predominio absoluto da la sensación de permanencia infinita, estática, todopoderosa.
Es de tarde, en el momento en que ni los pájaros se animan aún a anunciar el advenimiento de la noche, el canto que anticipa el final del día. De este día.
Es de tarde, y en ella, el conocimiento de la luz y de los matices, del radiante sol y de las pronunciadas sombras proyectadas entre verdes y grises.
Es de tarde, y en ella, la inconsciencia de un tiempo de oscuridad, de declinación del poder lumínico y calórico, de un reino de contrastes sobre figuras sugerentes.
Es de tarde, y con ella, la gestación de la belleza proyectada por el deseo, el de la posesión del cuerpo en ejercicio del amor, compartido.
Es de tarde y ya casi, será de noche. El desliz hacia la etapa final de consumación de la meta, la morosa llegada hacia un nuevo compromiso de partida.
"Novia blanca"
martes, 1 de enero de 2008
"Parálisis"
Intento dar un paso, aprisionando con más ímpetu el ya gastado trozo de tierra, y nada... ¡Hasta mis brazos acompañan el ritmo del paso que no se concreta! Pienso: ¿es que no estoy avanzando o, peor aún, alguien detuvo la proyección de la película? ¿Cómo podré distinguir la diferencia entre una imagen proyectada y una real, si acaso nunca me detuve a considerarla? De lo contrario, de no existir tal proyección, esta parálisis podría no ser tal si existiera una fuerza ejercida en sentido contrario al que intento desplazarme. Hacia atrás. Una fuerza invisible que promueva exactamente la intención de mi movimiento, pero al revés.
Es que, de existir realmente esta fuerza, ¿cómo puede manejar a su arbitrio mi cuerpo sin yo detectarlo? O aún peor: ¿quizás la tierra se esté deslizando en sentido inverso al de mi pretendido avance, como aquellas cintas de aeropuerto, que obligan a caminar en un solo sentido?
En este caso, todo podría ser una ilusión. Digo, mi disponibilidad para moverme, para avanzar. Miro alrededor: nadie parece detectar la existencia de una fuerza irregular. Los veo y todos están allí, caminando sin inconvenientes. Diría, automáticamente.
Pero no funciona así conmigo. Estoy aquí hace... ¿horas, meses, ...años? ¿Toda mi vida? Cabría preguntarme si esta "fuerza invisible" sólo opera ante mi intención de avance; porque, de quedarme quieto, no parece empujarme hacia atrás. Sólo en el intento de avanzar.
Nunca detecté en mi abdomen las señales de una presión que me impidiera mi libre caminar. Sin embargo... Ahora que lo pienso, una sensación de continuo malestar me ha acompañado desde siempre. Un volumen alojado dentro de mi pecho, que se ha agigantado con el transcurrir de los años. Una sensación de... angustia. Sí, angustia.
Entonces: caminar, ritmo, viento, imágenes... ¿Que ha sido todo esto?
Angustia...
"El alma del lago"
"Lago"
Frente a un lago.
Su amplia extensión se abre ante mis ojos, generosamente.
Al fondo, en el imaginario final de las calmas aguas se erigen, presumidos, los cerros, ofreciendo un oasis en la contemplación.
La quietud del lago posee la bondad de prolongar la belleza de aquellos estandartes.
Justo en el límite de sus pies, en lo más extenso de su corporización, los cerros se entremezclan con lo que aparenta ser su descendencia: su propia imagen sobre el agua.
Muy distantes quedan unas de las otras, sus filosas cimas, bañadas por inmutables trazos blancos.
Como adolescentes, los cerros compiten entre sí, intentando acaparar la cualidad de la elevación, de su simbólica cercanía a Di-s.
-¡Yo soy más elevado –dice un cerro- sólo el cielo se alza por encima de mis propios límites!
- ¡Yo soy más elevado –dice su líquida proyección- el cielo está por debajo de mis filosas crestas!
Apenas producida esta última exhalación, comienza a insinuarse un cambio. Algo aún indescriptible irrumpe en el aire, generando una vibración diferente.
El presuntuoso diálogo se interrumpe. La arrogancia de los contendientes se quiebra.
Densas nubes de infinitos grises avanzan decididamente, cual ejércitos enceguecidos por el cumplimiento de su misión. Súbitamente los cerros pierden su preponderancia y, desconsoladamente, se entregan al mísero destino de desaparecer.
A su vez, un decidido viento avanza temerario por la superficie del lago, erizando a la ya no tan homogénea masa de agua y provocando el ahogo del escaso vestigio de los ya definitivamente desaparecidos cerros.
Antes de que pueda parpadear, una tenue caricia primero, y una severa compulsa después, encuentra a mi rostro desprevenido.
El viento trae un mensaje que aún no puedo descifrar. El zumbido en mis oídos parece pretender explicarme.
Se insinúa paulatinamente el claro mensaje de Di-s que, sin mediatizarse con sonidos, va indagando el camino de entrada a mi corazón.
Mis ojos se expresan con lágrimas, ya no sé si a causa del viento o ya, por el vibrar de mis entrañas.
Di-s, que todo lo permea, que todo lo abarca, produce una infinita luz dentro de mí.
Mi visión se enturbia; mi percepción se expande.
Esta luz infinita desdibuja mis propios límites, revela porciones desconocidas de mi propia fuerza.
Mis dos rostros se consolidan en uno. El otro lado se adormece y huye avergonzado.
Por fuera y por dentro me confundo junto con toda
Paulatinamente, el viento cesa; las nubes se retiran, las aguas se calman.
Los cerros reaparecen. El cielo vuelve a ser infinito.
La armonía no precisa ser definida.