El pequeño Isar tenía destinado un viaje muy prolongado. Atravesar sierras transitando surcos poco dibujados. Subir pendientes agotadoras y aminorar el impulso descendente con firme decisión.
Sin embargo, el derrumbe de la casa significó también el derrumbe de su dueño, quien terminó olvidando su viaje, su Isar y hasta su propia vida.
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