martes, 1 de enero de 2008

"Parálisis"

O el suelo está húmedo o mis pies no se apoyan en él. A pesar de mi esfuerzo por avanzar, no logro trascender la misma porción de tierra. Es extraño: las muestras de fatiga en mi entero cuerpo son inequívocas. Incluso el recuerdo de otros recorridos me da suficiente testimonio de que el esfuerzo ha sido realizado. Y sin embargo... ¿Acaso mis zapatos estarán agotados de tantos senderos recorridos? Nunca fui alertado de que pudiera acumularse el sedimento que impidiera seguir adelante. ¿Cómo habría de sospecharlo años antes? En aquellos tiempos andar y atravesar eran impulsos tan naturales como el recorrido de la savia dentro de un tallo de aloe. Eran años de altas velocidades, impetuosos vientos sobre el rostro. ¿Cuánto tiempo transcurrió desde entonces? ¿Dónde estuve yo? No tengo noción de la distancia recorrida... ¿Habré permanecido siempre en el mismo lugar? Si así fuera, alguien hubiera proyectado las imágenes hacia ambos lados del camino, para que yo me percibiera deslizándome...
Intento dar un paso, aprisionando con más ímpetu el ya gastado trozo de tierra, y nada... ¡Hasta mis brazos acompañan el ritmo del paso que no se concreta!
Pienso: ¿es que no estoy avanzando o, peor aún, alguien detuvo la proyección de la película? ¿Cómo podré distinguir la diferencia entre una imagen proyectada y una real, si acaso nunca me detuve a considerarla? De lo contrario, de no existir tal proyección, esta parálisis podría no ser tal si existiera una fuerza ejercida en sentido contrario al que intento desplazarme. Hacia atrás. Una fuerza invisible que promueva exactamente la intención de mi movimiento, pero al revés.
Es que, de existir realmente esta fuerza, ¿cómo puede manejar a su arbitrio mi cuerpo sin yo detectarlo?
O aún peor: ¿quizás la tierra se esté deslizando en sentido inverso al de mi pretendido avance, como aquellas cintas de aeropuerto, que obligan a caminar en un solo sentido?
En este caso, todo podría ser una ilusión. Digo, mi disponibilidad para moverme, para avanzar. Miro alrededor: nadie parece detectar la existencia de una fuerza irregular. Los veo y todos están allí, caminando sin inconvenientes. Diría, automáticamente.
Pero no funciona así conmigo. Estoy aquí hace... ¿horas, meses, ...años? ¿Toda mi vida? Cabría preguntarme si esta "fuerza invisible" sólo opera ante mi intención de avance; porque, de quedarme quieto, no parece empujarme hacia atrás. Sólo en el intento de avanzar.
Nunca detecté en mi abdomen las señales de una presión que me impidiera mi libre caminar. Sin embargo... Ahora que lo pienso, una sensación de continuo malestar me ha acompañado desde siempre. Un volumen alojado dentro de mi pecho, que se ha agigantado con el transcurrir de los años. Una sensación de... angustia. Sí, angustia.
Entonces: caminar, ritmo, viento, imágenes... ¿Que ha sido todo esto?
Angustia...

2 comentarios:

Florencia Pérez dijo...

Este texto me conecta con una parte de mi. Me sugiere cosas sobre esa extraña sensación que tenemos cuando nos sentimos en búsqueda de algo que no sabemos bien qué es, cuando sentimos que no pertenecemos del todo a nuestro entorno y al mismo tiempo, somos parte de él.
Me parece interesante porque interpela mis sentimientos... ¿Qué será aquello que has buscado siempre y no has podido encontrar?

Florencia Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.