jueves, 1 de octubre de 2009

"Después de la merienda"

No hay alumnos-guía ni semáforos. Ellos salen de su escuela-hogar ya merendados, atravesando el llano de un pueblo casi fantasma, escondido entre las lejanas sierras del norte de Córdoba.
Ellos vuelven a su casa después de un día de aprendizaje, compartiendo con sus compañeritos cada hora transcurrida. Incluso la merienda, requisito último que habilita el regreso a casa.

"Cadáveres"

Los cadáveres se encuentran apilados a los costados de la tenebrosa ruta. Fueron trasladados desde el lugar del asesinato masivo, cruzando centenas de kilómetros en camiones con acoplado.
La pila de cadáveres se encuentra sumergida bajo el polvo de cal que lo vuelve todo más mortuorio, fantasmagórico, siniestro. Espera su destino final, la hoguera que los desintegrará sin dejar de ellos rastro alguno, ocultando el genocidio bajo un manto de silencio criminal.

"Rogando"

Al pie del cementerio improvisado a la vera de la ruta, un santuario que intenta redimir la complicidad por la masacre. Dos flores casi marchitas más por compasión que por sed. Y un santo que se refugia tras el vidrio, de espaldas a la pila funeraria, no sea que sienta que de santo no tiene nada y pugne por liberarse de ese circo del cual forma parte, cínicamente.

"Los grillos del silencio"

Por el grillo que me despertó
tantas noches de silencios.
Por el miedo aterrador
de la oscuridad que destellaba.
Por el brillo de sus ojos
que invocaban la venganza.
Por el río que sonó,
por sus aguas que brotaban.
Por tanta furia contenida
que al fin nada engendraba.
Casi miro alrededor
y descubro la mañana.
Las aves cruzando el cielo,
las estrellas en retirada.
A veces siento que ya,
la barbarie ha sido desterrada.
Y si el grillo ya no está
no son mis oídos los culpables.
Hay un ansia que desborda
el volver atrás de los cobardes.

Por el lecho que se angostó
cargado de limos sedentarios.
Por el andar que se venció
detrás de miedos legendarios.
Por el afán de comprensión
en este hogar de sordomudos.
Por el látigo que ensombrece
la paz de los corazones desnudos.
No es mi culpa si me digo
que voy errando mi camino.
Oigo algo que me dice:
has extraviado tu destino.

Por las larvas que se disecaron,
por el viento que se ha detenido.
Por el sol que ya se retira
de este nido de seres sombríos.
Son los grillos las ausencias
de este presente sin sentido.
No es mi culpa si me digo:
ya he extraviado mi destino.

"Viaje truncado"

El pequeño Isar tenía destinado un viaje muy prolongado. Atravesar sierras transitando surcos poco dibujados. Subir pendientes agotadoras y aminorar el impulso descendente con firme decisión.
Sin embargo, el derrumbe de la casa significó también el derrumbe de su dueño, quien terminó olvidando su viaje, su Isar y hasta su propia vida.