viernes, 1 de febrero de 2008

"El túnel final"

Después de un cierto tramo, ingreso en el túnel. No es un túnel como los anteriores. Esta ruta sinuosa, plagada de cargados paisajes, me tiene acostumbrado a la aparición de túneles oscuros y húmedos, atravesando las montañas por su intimidad más remota. Algo así como lo que supongo que será el recorrido de una bala de revólver por el interior de las vísceras del desgraciado.
Este túnel dispone de una iluminación intermitente, obsesivamente secuencial, esa que me permite medir la velocidad del avance por la frecuencia con que las fuentes de luz se aproximan y quedan atrás.
¡Zum, zum, zum...! las luces pasan y voy tragándolas, una a una, cargándome con su energía. Soy una cinta de celuloide que circula en medio del discurrir de los orificios. Soy una línea de montaje en una fábrica de producción en serie. Soy un eco sin sonido parental, tan vacío como aterradoramente presente.
Apenas ingreso en el ritmo de este juego, el túnel queda atrás y, nuevamente, la intensa luz del pleno día me atrapa desprevenido.
Sol.
¿Cuánto faltará para el siguiente túnel? Ahí se acerca... ¡Zum, zum, zum...! Otra vez el viaje verifica su pulso y una melodía se insinúa, emergiendo desde esta especie de metrónomo. Ahora el pulso se acelera. La frecuencia del paso de las luces es más intensa y comienza a generar un cierto vértigo. Apenas lo percibo, terminan siendo tragadas por la intensidad del sol que vuelve a golpear mis párpados.
Sol.
¡Zum, zum, zum...! Las luces parecen perder la intermitencia. Se conectan entre sí a través de estelas, especie de telarañas que provocan una sensación de continuidad lumínica. La cinta de producción fabril en serie aumenta su trajinar a medida que se incrementa la voracidad de los consumidores, que piden más y más. La película adquiere una textura chaplinesca. Tragicómica. Sol. Sosiego. ¡Zum, zum, zum...! Las luces parecen desprenderse de las paredes y ya no puedo dominar la frecuencia. Curva y contracurva, las luces dominan el traslado y se apoderan de mis reflejos. Las imágenes de la película discurren desarticuladas y todo parece estallar. La fábrica funciona a su máxima capacidad. El brillo del diente del empresario me encandila.
Sol. Efímero. Luces, luces, luces. Sol. ¡Qué demonios está ocurriendo! ¡Ya no sé cómo detener esta locura! Estas cintas lumínicas que se prolongan como relámpagos siniestros a ambos lados, desafían la existencia de todo. La cinta fabril está a punto de colapsar y los consumidores, insaciables, no reparan en ello. ¡Más, más, más...! imploran.
Sol. ¿Sol? Lucessss. El túnel se vuelve un espacio para el espanto y crujen las entrañas de la tierra. Ya no distingo la luz de la oscuridad, el movimiento de la quietud. El dominio se aposta en lo efímero y se pertrecha para su inmolación. El calor es intenso y la montaña gime, en una expresión de inconsolable dolor. Todo comienza a ceder, a desmoronarse. Los consumidores, a coro, gritan: ¡más, más, más...! La película pierde el sentido y ya no importa la trama, sino su avance frenético. Tampoco importa ya el final, ¡sólo una película tras otra, rápido, sin parar! Suelto el volante y me libero por fin de esta vacua pretensión. ¿Qué sentido tenía ya, pretender dominar esa locura? Cierro mis ojos y me desvinculo del espanto. ¿Qué importancia tenían ya, esas imágenes? Tapo mis oídos y me asocio al silencio. ¿Qué armonía encerraba ya, esa música?
No obstante el clamor reverbera agonizante por sobre lo exiguo de mis sentidos. El mórbido anhelo que suplica: ¡Más, más, más...!

1 comentario:

Florencia Pérez dijo...

interesante el texto, sobre todo porque deja paso a la subjetividad de quien lo lee.
Me resuenan los túneles con las miserias que padece la sociedad producto del sistema de mercado y las luces, que contrariamente iluminan caminos, en este caso encandilan, no dejan ver, nos anestecian. Nos obligan a perder la noción de lo que pasa.
Me pregunto si soltar el volante tiene que ver con la sensación de que nada puede hacerse al respecto y al final solo cuenta mirar nuestra propia vida y chau con los intereses colectivos.
Estaremos condenados al individualismo?

besos!