lunes, 1 de diciembre de 2008

"Puente de arroz"

Sobre puentes de arroz ha establecido sus lazos con la intrascendencia.
Un arroz inclaudicablemente blanco. Un puente de innumerables mosaicos que no reposan ni siquiera en la ilusión del estar.
Alli, allí mismo, ha instalado su apuesta a la no-expresión. En un insulso blanco mortecino, que no vaticina ni siquiera un estímulo ulterior, una conexión. Ni dulce, ni amarga. Ni...
Una insultante comunicación con la inexistencia que lo enfrenta. Una meticulosa y milimétricamente contemplada equidistancia entre sí y la existencia de un alter-alma.
Después de todo, una prescindencia nacida de la propia nula percepción de existencia.
Una pantalla de TV con millones de puntos negros vibrando, y allí estuvo su alma.
Pero no en los millones de puntos negros, sino en el blanco remanente. En el impertubable blanco de fondo, aquél en quien nadie repara, simplemente porque no interesa.
En ese frío y electrónico blanco yació su alma por centenares de noches carentes de señal de una remota transmisión. Momentos posteriores a la obligada meditación. Precisamente en ese momento, el momento posterior al momento de meditación, su alma reconectaba, haciéndose imagen en un plano color blanco, millones de veces perturbado por vibrantes puntos negros.
Un inquietante lugar para albergarse. Una lucha sin cuartel por la supremacía de la unidad millones de veces quebrantada. Un tormento cotidiano por abstraerse de ese hormigueo esquizofrénico.
Un puente de arroz apelmasado tendió entre su mortecino blanco y la fraguada imagen de la energía del mundo de las otras almas.
Sobre él, miles de veces intentó no cruzar, se empecinó en no avanzar, aseguró prescindir. Pero, sobre el anillado sin fin, sobre los pliegues y re-pliegues, sobre la desgranada superficie, supo distinguir el lánguido sonido de confirmación.
Quizás, ese vacuo indicio de alteridad lo condujo por vez primera al inicio de sus remotas formas.
Por cierto, fue el principio de un final no anunciado. ¿Acaso no sería él, el eterno superviviente a su propio nacimiento?
¡Ja!
Allí se lo encuentra ahora, contando granos de arroz morados, desesperando surcos que atraviesen hacia ese sonido envolvente.
Perdido entre su pasado y su presente, replica la búsqueda cotidiana del sonido dador de sentido.
Una energía que, finalmente, lo aturdirá hasta hacerlo desaparecer.
Como antes...

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