viernes, 1 de mayo de 2009

"Anteojos negros"

Entró al subte portando unos anteojos de sol negros, muy negros y grandes, y se ubicó frente a mí.
Aproveché para mirarme en esos dos enormes espejos que reflejaban mi cara duplicada.
Estaba un poco despeinado. Tomé un peine que siempre llevo en mi morral. Comencé a peinarme mientras miraba dificultosamente a través de las lentes negras.
El tren se movía hacia uno y otro lado. Curiosamente, lo que constituye un movimiento habitual ahora parecía mucho más pronunciado; es difícil apretar la propia cara dentro del marco de los anteojos de alguien parado enfrente.
"¿Puede dejar de moverse un rato, por favor?" -me salió repentinamente-.
Sin darme cuenta, estaba reprochándole a aquella mujer su mezquina actitud: si en las entrañas de la tierra llevar anteojos de sol sería absurdo, al menos que tuviera la suficiente consideración para permitirme darle algún tipo de utilidad.
Pero no. Ignorándome, no sólo no procuró neutralizar el vaivén del tren, sino que comenzó a balancear su cabeza rítmicamente, hacia uno y otro lado. Me di cuenta que llevaba unos cables colgando de sus orejas.
Vaya a saber qué música poseía ese ritmo que la sacaba de mi captación. Mejor dicho, un ritmo que borraba del mapa de sus anteojos a mi propia cara ¡y ante mi propia mirada!
Intenté moverme al ritmo de esa "música" insonora para mí, a fin de conseguir dejar fija mi imagen y así terminar con mi peinado.
De pronto, un tono de teléfono agregó otro ritmo y ella se volvió hacia su cartera.
Su charla telefónica incorporaba ahora todo tipo de rotaciones de su cabeza, que venían a sumarse a las que marcaban el compás de su música y a los movimientos del tren.
Y yo no conseguía terminar con mi peinado. ¿Podía dejar mi pelo como estaba, habiendo advertido que estaba despeinado? ¿Podría aquella mujer abstraída de la realidad borrar mi improvisado reflejo sobre sus anteojos negros?
No, de ninguna manera.
El incremento de mi obstinación se confrontaba con una redoblada ignorancia sobre mi persona y mis propósitos por parte de ella.
Finalmente, llegó el momento en que se alistó para descender. Yo sabía que contaba con muy pocos segundos adicionales para culminar con mi peinado, así que me concentré en sincronizar al máximo mis movimientos con los de ella.
Cuando la puerta del tren se abrió, ella irrumpió en un paso decidido y arrollador.
Por un micro-segundo tuve el impulso de caminar hacia atrás y así conservar mi imagen dentro del rectángulo de esos anteojos negros.
Finalmente, desistí y la dejé pasar.
Ya en el andén, cuando advirtió la presencia de aquél hombre, ella se quitó sus negros anteojos y corrió a abrazarlo, emocionada.
Para entonces, yo ya me había olvidado de mi rostro y de mi peinado.

5 comentarios:

Chirly dijo...

Amé este cuento

Gracia dijo...

Y si el hombre le quitaba los anteojos a la mujer antes que ella se saliera del tren, ¿qué hubiera pasado? Tal vez así si conseguiría terminar con su peinado. También, ¿qué era lo que quería realmente? ¿verse reflejado en sus anteojos? ¿O en sus ojos?

Meajer dijo...

Por ahí está la cosa. Todo el pretexto de encuadrarse dentro de los anteojos era atrapar su mirada, cosa que no consiguió. Quizás, despeinado, no ha resultado atractivo para la chica. O ella, tal como parece, ella tiene atrapado su corazón en otro hombre...
¡Gracias por tu comentario!

Gracia dijo...

Bueno, eran preguntas obvias las que hice. Pero quería conocer su opinión. No me contestó qué hubiera pasado si le quitaba los anteojos a la mujer antes que ésta se se bajara del tren. Supongo que querrá dejarlo a la imaginación del lector. Y además, ¿cómo podría asegurar que estaba enamorada de aquel que encontró en el anden? Tal vez era un pariente al que no veía hace tiempo...
Quizá haya algo más que se pueda leer en este cuento que sólo el deseo de ese hombre de verse en los ojos de la mujer. Me quedé pensando que cuantas veces por no atrevernos a romper el molde y traspasar nuestras propios límites nos perdemos tantas oportunidades fantásticas y nos quedamos con las ganas de hacer tantas cosas maravillosas, en este caso iniciar una relación que quién sabe... Ojalá el hombre tome más la iniciativa y menos conclusiones apresuradas la próxima vez. Gracias por su respuesta.

Meajer dijo...

Bueno, veo que el cuento le ha llegado... Obviamente, hay muchas posibilidades de resolución, tantas como lectores tenga el cuento. No todos responden de la manera en que el otro espera. Y el peor desencuentro podría ser tomar una decisión que la otra persona reciba como invasora o agresiva, como por ejemplo quitarle los anteojos.
El personaje agotó todas las instancias para que ella lo perciba, pero no lo consiguió. Yo creo que esa mujer estaba enamorada...