jueves, 1 de abril de 2010

"La batalla final"

Nada podrá acosarme eternamente. ¿Cuál es el miedo, entonces?
Los sufrimientos sólo podrán seguirme hasta posar definitivamente en el lugar asignado. De seguro no podrán avanzar más que yo mismo. ¿O sí?
Es una lástima que perciba a los sufrimientos como siguiéndome. De esta forma, jamás les podré ver de frente.
Tal vez, viéndoles así podría conocerles, adivinar su intención, doblegarlos.
Peor aún es saber que sólo avanzarán la medida justa de mi propio recorrido. Mi huella les aliviará la tarea y la utilizarán para transitarla y aniquilarme.
Un día de éstos me daré vuelta y los pescaré. De esta manera podré desvaratarlos. ¿O permanecerán a mis espaldas? ¿Anclados sobre mi médula espinal, parasitarios, alimentándose de mi propia sangre?
Pero no irán más allá. No...
Y que no me provoquen, porque lograrán que me canse y decida terminar con mi vida. Así les daré lo que merecen! ¡Les dejaré sin motivo ni sustento! Porque, ¿de qué se alimentarían cuando mi sangre se hubiera secado y mi cuerpo no dibujado mayor derrotero?
Sí, mi venganza será esa: les quitaré perspectiva, el lápiz habrá agotado su mina y el papel su espacio.
Sin embargo, sólo una duda persistirá en el instante preciso. ¿Descansará mi ser en paz o los sufrimientos prolongarán su labor aún en mis días lóbregos?
Sé que la vida es una broma de muy mal gusto. Lo que no puedo discernir es si será una broma definitiva, un castigo eterno, un camino infinito.
Si tan sólo los sufrimientos giraran y se volvieran para enfrentarme, quizás sabría que se agotarán. Pero el verdugo nunca corta la soga delante de su víctima...
Sí. Un día de éstos los madrugaré y los enfrentaré.
¡Y veremos quién habrá ganado la batalla final!
Después de todo, sin mi virtud, mis sufrimientos no ostentarán razón de existencia.
¿O sí?

2 comentarios:

Gracia dijo...

El escritor Gustave Flaubert dijo alguna vez que para alcanzar la felicidad hay que ser idiota, egocéntrico y gozar de buena salud. Supongo que esta persona -y la mayoría- carecemos de alguna de estas tres condiciones. O de todas.

Meajer dijo...

Estimada Gracia: Agradecido por tu comentario. Me inspira lo siguiente: ¿quién de nosotros no habrá sentido alguna vez que dentro de sí mora un ser desconocido, mucho más idiota que lo que se anima a reconocer? ¿Quién, por caso, en algún momento de su vida al menos, no habrá enarbolado la bandera del ensimismamiento, como una condición de supervivencia en momentos de confusión? Por último y para no ser ingratos con el Creador: ¿Quién no habrá gozado de buena salud durante un tiempo más que considerable y, al mismo tiempo, habrá desechado esa virtud por idiotez o ceguera egocentrista?
Al parecer, Flaubert tuvo razón.